Por Paco Bueno, martes, 6 de octubre de 2020 · 06:40
El sector taurino está totalmente desestructurado. O alguien tomaba la iniciativa o todo se iba al carajo porque el pasotismo campaba a sus anchas entre el organigrama profesional. Los datos de la decadencia eran y son demoledores. Todo va a la baja: corridas, novilladas, encastes, retransmisiones, espectadores… y encima la pandemia había acelerado el declive, pero nadie movía un dedo. La Fundación del Toro de Lidia mostró la curva descendente que el interés por los toros está provocando en la sociedad y, en principio, la preocupación que mostraron los empresarios fue imperceptible. Si se quería intentar salvar la situación había que dar un paso adelante. Y aunque no nació para esa labor, la Fundación decidió tomar las riendas.
En 2010 se celebraron 1.569 corridas y novilladas picadas, cantidad que fue menguando hasta quedarse en 1.008 en 2019. Se perdieron medio millón de espectadores en menos de cuatro años y un centenar de pueblos dejaron de ofrecer festejos. En 2015, a pesar de que subió el Producto Interior Bruto, el número de espectáculos bajó auspiciado por el poder que los partidos antitaurinos habían adquirido con su entrada en las Instituciones.
La estadística prevé que en cinco años la organización de funciones taurinas en cosos de tercera y cuarta categoría sea prácticamente nula. Así que para fortalecer la tauromaquia del futuro había que empezar por la base, la esencia, que son las novilladas y los pueblos.
De ahí nació la llamada Gira de Reconstrucción, que pretende obtener recursos económicos para acometer un programa de sostenimiento y recuperación de plazas de tercera y cuarta a partir de la próxima temporada. La idea original era que en este plan participaran los 16 primeros toreros del escalafón, pero algunos decidieron no sumarse a la causa y declinaron la invitación. Los que sí que se comprometieron aparcaron sus cachés y aceptaron cobrar únicamente los mínimos para poder pagar a sus cuadrillas, que a su vez ya se habían rebajado los sueldos en un 25%. También se apretaron el cinturón los ganaderos, y finalmente la idea salió adelante.
Se anunciaron 21 carteles de cuatro reses. Generalmente un torero consagrado ha elegido a su compañero de terna. Al resultado puede faltarle rivalidad, pero es que el planteamiento era parecido al de un partido de tenis de exhibición o un encuentro de futbol amistoso. Se trataba de que toreo estuviese presente en este complicado trance de pandemia que vivimos, que los toros saliesen en televisión, que se moviera la economía en la medida de lo posible, que el coronavirus no acelerase la defunción de la tauromaquia… Y todo eso se ha logrado.
Con la Gira y con los certámenes de novilladas que la Fundación ha elaborado, se lidiarán 46 ganaderías distintas de nueve encastes y se anunciarán 21 novilleros y 18 becerristas. Y la pretensión de todo esto no es otra que en 2025 haya más festejos de los que hubo en 2019. De momento la Fundación ha conseguido que el sector se mantenga vivo y, además, generar de forma propia el dinero que otras industrias culturales reciben como ayudas estatales. Aún así, como siempre ocurre cada vez que alguien lleva a cabo una acción, las críticas no tardaron en llegar. Y todo a pesar de que no hay otra alternativa.
Ahora cabe exigir transparencia. Que se explique claramente la estrategia que se aplicará, las plazas a recuperar, el modo de trabajo y cómo se empleará el montante que se obtenga. Me aseguran que está previsto que todo esto salga a la luz pública antes de que termine el año. Por ahora habrá que creerlo, aparcar posibles reprobaciones y unirse a la única causa que vela por el futuro de los toros, porque no parece momento para críticas sino para arrimar el hombro.