Por José Luis Benlloch
Los tiempos apenas traen buenas noticias. La espiral es terrible. No es pesimismo, es la realidad. Basta con asomarse a webs generalistas y a las teles: la curva del mal se resiste a bajar definitivamente y nadie da un euro por que cuando baje sea definitivo; los logros democráticos que tanto nos costaron sacar adelante a varias generaciones de españoles, ahora se lo pasan por el arco de la voluntad de unos pocos que no quiero, no creo que acabe siendo triunfal, no sería justo después de tantos desvelos; mitos y valores de esta España que ha vivido los mejores años de su historia, incluyo al mismísimo PSOE, se derrumban en su prestigio; padres hay que pierden la chaveta y exponen a sus hijos y a la población general a una nueva voltereta del virus por un cuchicheo dominical en el jardín; ministros que dicen y se desdicen sin pudor y ministros que se pavonean por los supermercados con una chulería al cinto que creíamos exclusiva de tiempos pasados; avances científicos que no llegan, reuniones de mucha cortesía y poca correspondencia… Y claro que podría seguir, pero como muestreo ya vale. Y ya no digo si clicamos aplausos.es e incluyo a los colegas especializados (la información sin demoras) a todo lo anterior hay que sumarle la ruina –y lo que es peor, las perspectivas- de los ganaderos, de las cuadrillas, de los matadores menos afortunados, de los empresarios, de los hoteleros y hosteleros que encuentran en el toro un apoyo vital para su economía que de un día para otro se ha convertido en una ensoñación, de los transportistas, de los trabajadores del campo, de los fabricantes del pienso, de los aficionados que nos quedamos compuestos y sin… Me pierdo en esa maldita lista y me cuesta ver la luz. Y más si nos enredamos en batallas internas.
Lo que no pueda ser que no sea, sin opciones a alargar agonías que no llevan a ninguna parte. Hay que comenzar a construir con menos intervencionismo para que cada cual aguante su vela; menos tópicos; menos reaccionarismo; más calidad; más reivindicación y más voz… y después el que no valga, artística, económica y socialmente, a casa
Ahora es el momento para hacer la ley de punto cero para que lo que no pueda ser no sea sin opciones a alargar agonías que no llevan a ninguna parte y comenzar a construir. ¿Cómo?… La fórmula parece clara: menos intervencionismo para que cada cual aguante su vela; más libertad para que nadie ponga las excusas; más unión del sector para que cada cual defienda lo suyo y lo general sin que se trate de una quimera; menos tópicos; menos reaccionarismo; más calidad; más reivindicación y más voz para defender nuestros derechos… y después de eso el que no valga, artística, económica y socialmente, a casa. Se aproxima un momento en el que si tenemos suerte sobrevivirá la excelencia. No son buenos tiempos, es evidente, pero no tiene que ser la Apocalipsis.
Posdata.- La referencia a los espectáculos taurinos en la fase III del decreto de desescalada es un rayo de luz en la terrible oscuridad que nos envuelve. ¡Albricias! reconocen que existimos. No es más que eso porque un espectador cada nueve metros cuadrados no sé si dará para mucho.