Carlos Bueno martes, 15 de septiembre de 2020 · 09:21
Jamás un cliente estuvo tan subyugado a su proveedor como lo está el aficionado a los toros. Los aficionados son sumisos, a veces hasta masoquistas. No tienen voto, no se suele contar con ellos a la hora de confeccionar el producto que se les va a ofrecer, y sin embargo su fidelidad es férrea, hasta tal punto que son los auténticos valedores y defensores de la tauromaquia aún teniendo que perder su tiempo y dinero en el empeño.
A nadie se le ocurre pensar que sea la ciudadanía quien se manifieste ante cualquier problema laboral de los abogados, de los funcionarios, de los mecánicos o de los barrenderos. Sin embargo, en el asunto taurómaco es el que paga quien lucha por una solución cada vez que se le tuercen las cosas al sector. Y bendito sea este síndrome de sometimiento, porque si no fuese así quizá el toreo ya sería cosa del pasado.
En la tauromaquia popular este síntoma de dependencia es todavía mayor, quizá porque la diferenciación cliente-proveedor queda muy diluida. El peñista es a la vez quien decide, elije, organiza, compra y acaba consumiendo el espectáculo. Salvo criar al toro, él se lo guisa y él se lo come, lo que le convierte en protagonista empresarial, tramitador y finalmente lidiador. Sin duda esa es la explicación de su eterna perseverancia en el intento de mantener los festejos populares, en especial ahora a pesar de las dificultades que impone la situación sanitaria derivada por el coronavirus.
Desde el inicio del Estado de Alarma, y durante cuatro meses, la Federación de Peñas de Bous al Carrer de la Comunidad Valenciana insistió en los despachos gubernativos hasta propiciar la posibilidad de organizar festejos a partir del mes de julio. Sin embargo no fue factible su realización en recintos cerrados y únicamente se pudieron llevar a cabo en dos municipios sin que haya previsión de continuar con ellos a corto plazo.
Pese a ello, lejos de desfallecer, la gente de la calle ha ideado nuevos proyectos que puedan ser aplicados para buscar la forma de reconstruir el sector. Uno de ellos es la “Ruta del Bou”, con la que se pretende realzar la importancia del toro en la cultura mediterránea y autorregular la explotación de los recursos propios que genera la actividad taurina. La “Ruta del Bou” aglutina y da a conocer los rincones taurinos de la Comunidad Valenciana representando todas las expresiones que ofrece el toro: economía, fiesta, cultura, tradición, ecología, arte…
Además se está trabajando en la formalización del “Patronato del Bou”, un gabinete de asociacionistas, de representantes del sector empresarial y de la sociedad civil que aporten nuevas ideas en materia de regulación y reglamentación, con la intención de involucrar a los gobernantes para dar a los festejos rango oficial y protección institucional.
Y por último, al menos de momento, la Federación está creando un Museo Taurino Autonómico con salas de exposiciones, biblioteca y un centro de estudios de la materia taurina. Se trata de “Espai Cultura”, que será la primera piedra de una red de museos taurinos locales.
Es evidente que la gente de la calle no desmaya y sigue trabajando para mantener viva la llama de la pasión por los toros en este difícil tiempo de pandemia. Obras son amores. Buen ejemplo a seguir.