Por José Luis Benlloch
El invierno es tiempo de trabajo y reflexión en el campo. Se apagaron los focos de la temporada y hay que comenzar a procesar los resultados. Hay que seguir trabajando y sobre todo soñar. En el campo o se sueña o se hace especialmente difícil mantener el rumbo. No se puede obviar que es el tercio más sacrificado de la tauromaquia, entre otros varios motivos porque, como insiste José Luis Lozano y respaldan sus compañeros, es el único en el que incluso en tiempo de crisis no puedes interrumpir la inversión. Las vacas siguen comiendo y no digamos ya los toros sobre los que la sombra de la tablilla de los kilos amenaza con los más desabridos desenlaces. Pues de eso exactamente, de esperanzas, de una economía de resistencia, del intervencionismo administrativo que nace en el desconocimiento, cuando no de la desconsideración, y que tanto ahoga, qué digo ahoga, asfixia, y en ese aspecto pongan las excepciones que quieran que nunca podrán ser muchas y de otras reivindicaciones del sector trata este reportaje.
Todos sabemos, a poco que se conozca el campo, que más que intervenido está colonizado. Le mandan desde la metrópoli, esa es la distancia conceptual, y lo exprimen desde la misma metrópoli. Papeles y más papeles hasta el mismísimo ahogo. Eso en los despachos de las altas instancias, que luego llega el momento de la verdad, llegan a la plaza y no mejora nada. Qué pocas veces se les valora con propiedad, cuántas veces les convierten en pararayos de la impericia torera, en el mal de todos los males, ya saben lo mucho que pesa en el toreo la nostalgia resumida en una frase ¡aquello sí eran toros! o aquella otra tan recurrente y actual de ¡se ha parado el toro! Sin preguntarse porqué o a cuenta de qué se ha parado. Es evidente que contra todo eso solo se puede oponer ilusión, vocación, tradición, lealtad familiar e incluso ansiedad social, todavía viste ser ganadero de bravo, y ninguna de esas ideas forman parte de los balances de cuentas.
Para hablar de todo eso, de los sueños, del intervensionismo, del desconocimiento y del desinterés oficial, de las reivindicaciones, de aspiraciones también… hemos improvisado esta especie de cocina virtual, la sala donde los ganaderos hablan en confianza y abren sus corazones, en otros tiempos se le denominaba la sacristía, pues eso, vamos a entrar en la sacristía de unas cuantas seos que en el mundo del bravo tienen rango poco menos que de catedralicias. No pueden ser todas pero las elegidas tienen peso y ascendencia: José Luis Lozano, Ricardo Gallardo, Pablo del Río… habrá más, no han coincidido en el espacio ni el tiempo para este trabajo, pero sí han permitido la licencia periodística de enlazar sus respuestas.
José Luis Lozano: “El trato a los ganaderos es lamentable. Incluso en algo tan sencillo como la ubicación en el callejón. Si vas es porque quieren hacerte un favor, pero no están obligados. Y en los reconocimientos, lo mismo. Si hay un presidente más o menos cortés departe contigo, pero los hay que no te dan ni los buenos días, te juzgan sin escucharte. Parece que estemos bajo sospecha”
Ricardo Gallardo: “En Fuente Ymbro hay tres sementales nuevos que van a ser importantes. Uno de ellos, el 74 Jupío, que se lo tenía prestado en El Parralejo, ya tiene un indultado y además le han sacado un semental. Yo espero mucho de esa línea. Luego hay un 39 Espléndido y un 194 Observador que dan mucha clase”
Pablo del Río: “Jilguero, el indultado en Badajoz, ha sido el más bravo de todos los de la casa. Siendo obediente y teniendo clase, la manera tan fuerte de apretar y de querer coger todo lo que se le ponía por delante, sobrecogía”