Salgo a la calle a comprar el pan, con mascarilla y guantes de goma y me veo rodeado de un paisaje fantasmagórico, un hombre pasea un perro, un barrendero se afana en su labor y es todo lo que veo en el recorrido hasta la panadería.
Ese Madrid bullidor, lleno de gentes variopintas que puebla sus calles, tal diríase que ha muerto.
Pero no, esas gentes que faltan de sus calles, se han solidarizado y quedado en sus casa oyendo las recomendaciones de las autoridades y así ayudar a contrarrestar la herencia pandémica que nos ha llegado de Oriente.
Esa tristeza que invadida por la situación, también me inquieta y lo hace porque no me fío de la rasta que pueda acarrea y me dirán por que.
En buena parte de este gobierno «progresista» hay injertados elementos destructivos, que han puesto de manifiesto su destructiva idea de acabar con las tradiciones culturales y creencias del pueblo español, en concreto, la Semana Santa y las corridas de toros. Y lo han expuesto en foros, redes sociales y estamentos gubernativos sin el menor pudor, saltándose lo instituido por otros gobiernos al respecto.
Me inquieta las rastas, que puedan acarrear los aplazamientos de los eventos citados y que alguno de los injertados aproveche la ocasión para algún intento traidor que aseste un duro golpe alas tradiciones.
España, nuestra España, debe seguir siendo culta y tradicional y se debe revolver contra intrusos destructores de su historia y sus tradiciones.
Estos injertados, hoy en cargos destacados del gobierno por la debilidad de quien ha abierto puertas que deberían estar cerradas a cal y canto, no cejarán en los intentos de cambiar la soberanía del pueblo y dar paso a situaciones cuyo ejemplo estamos viendo en sus intervenciones en América del Sur.