La temporada 2022 está a punto de comenzar a rodar. El próximo viernes 4 de febrero, la plaza de Valdemorillo abrirá sus puertas para ofrecer la primera novillada del año, a la que seguirán dos corridas de toros. Hasta 2019, era Ajalvir la encargada de dar el pistoletazo de salida oficial a la campaña taurina, pero en esta ocasión, después del parón de la pandemia, la localidad madrileña decidió no recuperar su feria de San Blas por el gran desembolso que suponía su organización, entre 120.000 y 150.000 euros para dar un festejo para novilleros y dos para matadores, generalmente toreros jóvenes y del circuito de corridas duras que gozaban de una oportunidad al principio de cada año.
Sólo hay que echar un vistazo a los carteles ya presentados y a los esbozos de los que están negociándose para darse cuenta de que Morante de la Puebla, que cumple su 25º aniversario de alternativa, es el eje sobre el que giran los primeros acuerdos. Está anunciado en Olivenza y en las Fallas valencianas, hará dos paseíllos en la Magdalena de Castellón, tres en Jerez, cuatro en Madrid y posiblemente hasta seis en Sevilla. Todo ello sin contar los innumerables cosos de menor categoría donde se le podrá ver actuar.
El singular diestro de La Puebla persiste así con la filosofía que puso en práctica la temporada pasada, la de tirar del carro toreando más que nadie. Los éxitos, elogios y reconocimientos que eso le valió, le han animado a continuar por el mismo camino y ha servido también para que otras figuras pretendan seguir sus pasos. De hecho, ya son varios los empresarios que han declarado que se está percibiendo cada vez mayor predisposición para contratarse por parte de los hombres más importantes del escalafón.
Esta circunstancia parece buena para el empresariado y para el público en general, que está encontrándose con combinaciones muy rematadas por doquier, pero pone en jaque a muchos matadores jóvenes, también a quienes todavía no gozan de popularidad y, por supuesto, a otros que sólo disponían de un puñado de corridas generalmente complicadas para abrirse paso. Eso sin olvidar a los novilleros, que ven disminuir sus opciones a pasos agigantados.
El ciclo josefino de Valencia sólo anuncia una novillada este año. Ninguna el serial castellonense. La desaparición de Ajalvir, otro pueblo perdido para el toreo, resta una función más de este tipo. Las facilidades ofrecidas por las figuras y los tremendos costes de organización de un espectáculo taurino juegan en contra del futuro del toreo. Los dispendios a veterinarios, médicos, seguros, seguridad social, sueldos, cánones de arrendamiento de los cosos, impuestos… todo ello se alía para que la tauromaquia acabe perdiendo la batalla de la viabilidad.
Por ello es tan necesario que los profesionales no olviden que para que exista un mañana es necesario fortalecer el presente. Y nada es más urgente que rentabilizar los festejos con menor tirón. Es fundamental conseguir abaratar costes y cargas impositivas. Y ahí entran en escena las exigencias de todos los profesionales del sector y las negociaciones con las Administraciones.
Quizá sea momento de revisar algunos apartados del Convenio Colectivo para adaptarse a la realidad económica imperante. Aceptar la situación y pensar en el futuro es fundamental para que la pervivencia no sea una utopía. Como también lo es hacer valer la condición cultural y artística que la Constitución le otorga a la tauromaquia para arrancar de los políticos una rebaja de los alquileres de las plazas públicas y su compromiso de cumplimiento de las obligaciones que impone la Carta Magna en pos de defender y promocionar el toreo y, sobre todo, para conseguir que novilladas y becerradas gocen de unas condiciones fiscales equiparables a las del deporte base y a las del resto de actividades culturales y artísticas. De no ser así, a Ajalvir se le irán añadiendo cada vez más localidades desistiendo de dar toros.